jueves, 12 de agosto de 2010

Muestra 2003 - Historiasencillas - Galería de Arte Víctor Najmias
















Sobre estas sillas uno no puede descansar. No son muebles para usar, son máquinas simbólicas. Las transformaciones plásticas que ciegan su utilidad son las mismas que abren a su funcionamiento poético.
Comencemos por "PERVERSILLAS". La obra resulta extraña o amenazante por el antagonismo evidente que se teje entre la sobrecarga ornamental de las piezas individuales, y el rígido orden circular que estructura el conjunto. En cada silla, los distintos motivos se despliegan cubriéndola como un tapiz, como una segunda piel. Si nos acercamos, aparecen las asociaciones peligrosas, dramáticas. Si las vemos de lejos, adquiere relieve el desprejuiciado y alegre colorido, cercano en su temperamento al kitsch urbano o a la decoración doméstica. En todo caso, esta abundancia de narrativa parece representar, hasta el extremo de la habladuría, el potencial acumulado de las cosas por decir. Estas palabras, razonables o no, trágicas o felices, no pueden fluir, no pueden ser comunicadas. El círculo perfecto que las sillas forman está armado de adentro hacia afuera. Esos cuerpos ausentes, aunque estén juntos hombro a hombro, no se miran. El calidoscopio de formas variables que las sillas muestran será siempre el mismo, no cesará de girar en redondo a través de imágenes idénticas, porque no habrá jamás un diálogo que las someta a transformación.
Las series de "ESCULTRUCHAS" y de "RUEDESILLAS" parecen a primera vista tímidas en el conjunto, por su pequeña escala y la sobriedad tonal de sus materiales. Una visión detenida, no obstante, será capaz de seguir en estas piezas, como en un sutil contrapunto, el hilo narrativo propuesto por Muki Rosati. Una de las "RUEDESILLAS" recuerda a "Masturbina" de Fischli y Weiss (1985) y ambas, por cierto, al Gran Vidrio de Duchamp. La representación del erotismo no muestra la unión de elementos complementarios sino el despliegue continuo de lo mismo que al reproducirse, en un mecanismo giratorio, proyecta el deseo como un fantasma interminable.
En casi todas las obras se reitera la forma circular. Los "muebles" de Muki Rosati no hablan del cuerpo humano sino del abismo que puede abrirse en las relaciones entre las personas. No hablan de anatomías sino del tejido simbólico donde nos constituimos como sujetos.


Valeria González

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